viernes, 1 de junio de 2012

ENTREVISTA CON ZAFFARONI
“No se puede prevenir lo que no se conoce”

Fuente http://www.noticiasurbanas.com.ar/info_item.shtml?sh_itm=2d902ba7caa398819e0c6ebac834ade2

Sostiene que la reforma del Código Civil va a cambiar la vida de la gente y que el problema del Código Penal es que, por tantas modificaciones, perdió su fisonomía. Dice que pretender resolver con él la seguridad “es un absurdo”. Señala, además, que los políticos son presa muy fácil de la construcción mediática.
Por Horacio Ríos  

Eugenio Raúl Zaffaroni llegó a la Corte Suprema en 2003, propuesto por Néstor Kirchner. Debió superar varios cuestionamientos para conseguir la aprobación del Senado el 16 de octubre de ese año. Ha publicado 25 libros de derecho penal, su especialidad, y hace pocos días la Presidenta lo designó para presidir una comisión de cuatro miembros que se encargará de proponer la reforma del Código Penal.
El magistrado recibió a Noticias Urbanas en su despacho del tercer piso del Palacio de Tribunales, con un brazo en cabestrillo, producto de una operación. Se mostró incisivo y crítico con el establishment jurídico, mostrando esa misma actitud que le valió tantas críticas de ese sector. 

–¿Es verdad que las modificaciones a los códigos Civil y Penal van a cambiar la vida de la gente?
–Nuestro Código Civil es del siglo XIX. Es el que creó Vélez Sarsfield, que sufrió reformas pero es el que está en vigencia. La materia civil es la columna vertebral de un régimen jurídico. La Constitución es el marco, pero lo que rige la vida de la gente desde antes de nacer hasta que muere es el Código Civil. Ahora, este conjunto de normas necesita un replanteo.

–¿Usted piensa que realmente esta reforma va a cambiar la vida de la gente?
–Va a cambiar bastante, porque facilitará la institución del matrimonio, el régimen de bienes dentro de este, la adopción. Son cosas que han evolucionado dentro de la sociedad.

–También está en marcha la comisión que va a trabajar en la reforma del Código Penal.
–El Código Penal era otro problema, porque plantea otros desafíos. Este no es anticuado. Fue dictado en 1921 y en ese tiempo fue un código de avanzada. Pero lo que pasó es que siempre estuvo ligado a circunstancias coyunturales y ha tenido más de 900 reformas. La historia de este código está más vinculada con la política que con la propia Constitución. Es sólido, completo y hasta sirvió de modelo para otros similares en América latina. Hubo múltiples intentos de reformarlo. A todo esto, todas las dictaduras modificaron un montón de artículos del código que los gobiernos constitucionales derogaron no bien accedieron al poder. Fue un código muy baqueteado. En 2006 hubo un proyecto que se frustró por la campaña de Juan Carlos Blumberg. Como algunos quisieron introducir el tema del aborto en esa ocasión, además se generó un escándalo que frenó nuevamente el proyecto. Lo cierto es que llegamos hasta hoy, cuando ya no tenemos código. A fuerza de reformarlo, ha perdido fisonomía. Hoy tenemos un aquelarre, una maraña, un código arruinado, en el que de repente vale más la propiedad que la vida. Hay muchas leyes penales especiales y más leyes descodificadas que codificadas. Incluso, las leyes antidiscriminatorias establecen agravantes para todas las figuras del código, aún estando fuera de él. Un Código Penal es un apéndice de la Constitución, tiene que ser claro y debe disponer lo que está prohibido y las penas que se impondrán si se saltea la prohibición. Toda esta serie de cosas hacen que la jurisprudencia sea tambaleante, es decir, cada uno puede interpretar cada figura a su gusto. Hemos llegado a un punto tal que nadie puede decir hoy cuál es la máxima pena privativa de libertad. El problema es que cualquiera puede tener fundamento en la ley. Con el Código Penal no se resuelve la seguridad, eso es un absurdo. La seguridad no se resuelve con papelitos. Incluso, el código actual ha violado el principio de proporcionalidad, porque una pena debe estar adecuada a la gravedad del hecho, basada en el daño realizado y en el grado de culpabilidad del autor. Eso se ha perdido, lo tenemos totalmente confuso. Así, hay delitos leves que tienen penas graves y delitos graves que tienen penas leves. Una cosa es violar a una mujer y otra cosa es librar un cheque sin provisión de fondos. La pena se debe adecuar al delito. Usted le pregunta a cualquier juez con qué edición del Código Penal se maneja y le va a mostrar una edición comercial de cualquier editorial –porque no hay siquiera una edición oficial del Código–, llena de papelitos, que son las modificaciones, que son sus apuntes y sus opiniones sobre la materia.

–Usted está armando una estadística sobre homicidios, que empezó en la Ciudad y se va a extender a todo el país cuando sea posible. ¿Puede adelantar algunas conclusiones preliminares?
–Sí, consta de un protocolo de unas veinte preguntas por cada expediente de homicidio, para determinar qué tipo de homicidio tenemos, qué características tiene la víctima, cuáles el victimario, cuál es el riesgo de victimización, adónde están los riesgos de victimización y en qué zonas se producen los homicidios. Ya hicimos el año 2010, ahora estamos relevando los datos de 2011 para comparar. 

–¿Algún adelanto?
–Existe una zona que podemos denominar “Media Luna Sur”, en la cual, sobre una población de unos 500 mil habitantes, se concentra el mayor número de homicidios. Es la zona más próxima a las villas de emergencia. Incluye cuatro comunas, aunque segmentadas, no toda la comuna. Allí, el índice llega a una cifra que va de siete a ocho homicidios por cada cien mil habitantes. En el resto de la Ciudad de Buenos Aires, baja a tres homicidios cada cien mil habitantes. Esta cifra es similar a los índices de Europa y Canadá. La primera cifra, en cambio, es baja para los índices de Latinoamérica. Pensemos que Brasil llega a tener veinte homicidios cada cien mil personas y la máxima de esta zona llega a once muertes cada cien mil habitantes. En el Cono Sur de América, Uruguay, Chile y la Argentina son los países que tienen índices más bajos de homicidios. Otra de las cosas que se ve es que en 2010, los adolescentes de entre 16 y 18 años solo cometieron dos homicidios, en un universo de 170 hechos. No hubo bolivianos homicidas, por ejemplo, aunque sí hubo bolivianos asesinados. Quizás esto destruya algún prejuicio, pero así son las cosas. Por otro lado, hay un porcentaje alto de hechos no esclarecidos, que supera el 20 por ciento. Por la zona en la que se concentran, pensamos que son hechos que se producen dentro de una comunidad y la gente se niega a colaborar con la policía. Esto solo se resolvería con una policía de mayor inserción comunitaria. Este dato de la concentración de asesinatos en la Media Luna Sur nos dice que no es verdad que los pobres salen a matar a los ricos, sino que se matan entre ellos. Luego, hay un dato muy significativo, que es que en el mes de diciembre el índice de homicidios se duplica. Esto indica el efecto del alcohol, que es el tóxico más criminógeno.

–Estos índices desmontan ciertos prejuicios y una estructura de campaña de algunos sectores, que prende mucho en territorio porteño. ¿Cómo se neutraliza eso?
–Con estas investigaciones. Las cosas se responden con la verdad, no hay vueltas. Lo que pasa es que nuestros políticos se encuentran presos de la construcción mediática de la realidad. Se asustan, entonces buscan una solución milagrosa en 20 minutos y eso no existe. Ellos piensan que si se paran enfrente de esa construcción van a ser barridos, entonces operan sobre esta realidad, unos con oportunismo y otros con miedo. Ha llegado el momento en que han comenzado a tomar conciencia. Cuando nos preguntan, les decimos que inviertan el uno por ciento del presupuesto de seguridad en averiguar qué pasa. De lo contrario, no sé qué van a prevenir, porque si no saben lo que está pasando no pueden resolverlo. Yo estoy demostrando que con cuatro muchachos, que son los que están haciendo el estudio, se puede saber lo que pasa, algo que hasta hoy nadie había hecho. Hay que trabajar sobre la base del dato cierto: saber dónde sube el delito, dónde baja, qué tipo de violencia hay, a qué responde. No se puede prevenir lo que no se conoce.

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